Es indispensable reconocer la capacidad del niño de formar vínculos afectivos y por lo tanto, de sentir el dolor tras la muerte de una persona significativa. Si no reconocemos esta capacidad le estamos negando el derecho de llevar a cabo un duelo.
Desgraciadamente, el duelo que no se elabora en su momento, resurge posteriormente con mayor fuerza y más consecuencias.
Así, la mejor forma de ayudar a un preescolar, es atender sus necesidades afectivas y cognitivas, tras la muerte de un ser querido; facilitando este proceso: de asimilación, con respecto a la pérdida, y de adaptación, a la vida sin la presencia del difunto.
El duelo del niño de preescolar difiere cualitativamente del duelo del adulto. Por eso es necesario conocer las características específicas de la edad preescolar, de su pensamiento y su afectividad, para poder comprenderlo y así poder ayudarlo.