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27 de diciembre 2020
Mtra. Ana Martha Diego Luján
2020
El año que nos cimbró
¿Hemos aprendido algo de la pandemia?
En los albores del 2020, muchos de los mensajes compartidos para darle la bienvenida al año nuevo aludían a que nos sorprendiera, y vaya que nos sorprendió. Nos tomó completamente desprevenidos y nos cimbró profundamente. Pero, toda sacudida requiere de una reacción de quien la recibe. ¿Cómo hemos reaccionado ante el reto de la pandemia?
Cada persona tiene un cúmulo de recursos psicológicos con los que hace frente a las situaciones de la vida. Sin embargo, debido a los intrincados cambios que el COVID-19 ha provocado en millones de personas, en diferentes países del mundo, la respuesta ante la propagación del virus no se ha limitado a una respuesta personal, sino que ha requerido de una respuesta social e incluso mundial. Colectivamente, la sociedad posee mecanismos que facilitan o entorpecen la aceptación y adaptación a la realidad que estamos viviendo. Distintos países han implementado diversas medidas para lidiar con los estragos que la pandemia está causando, estableciendo ciertos lineamientos, pero somos cada uno de nosotros, en lo individual, quienes escribiremos el desenlace de este capítulo de la historia. Es por ello que se antoja una reflexión, para despedir a este año de pruebas antes de darle la bienvenida al 2021, para saber si realmente hemos aprendido algo de esta pandemia.
A un año del surgimiento del coronavirus todavía hay quienes dudan de su existencia. A la mayoría nos parece inaudito pero, muchas personas usan la negación como principal mecanismo de defensa ante aquello que ven como una amenaza. Así, algunos se niegan a admitir la realidad del virus y minimizan su letalidad, medio de propagación o repercusiones en la salud y la vida. Son los que organizan protestas ante las medidas de prevención e insisten en no usar cubrebocas. Lamentablemente, no han sido pocos a los que un contagio, les ha tapado la boca e incluso apagado la vida. ¿Habremos aprendido a abrir los ojos para ver y aceptar la realidad?
Para encarar la pandemia muchas personas nos hemos alineado cumpliendo con el “quédate en casa”, el “lavado de manos” riguroso y la “sana distancia” mientras otros se exponen en las calles ocupándose de mantener la cadena de abastecimiento para que no falte nada. Hemos aprovechado la tecnología y la creatividad para hacer adecuaciones al sistema educativo, a la forma de trabajar, e incluso a la manera de proveer bienes y servicios. Se han formado alianzas entre empresas competidoras y se ha fomentado la cooperación entre diversos sistemas públicos y privados para hacer frente a la emergencia. ¿Lograremos mantenernos como una sociedad más colaborativa?
La diseminación de virus ha impactado la vida y la economía mundial incrementado la desigualdad y aumentando los niveles de pobreza. Los segmentos de la población más vulnerables que viven en lugares de hacinamiento y quienes se mueven a través de medios de transporte masivos poseen una mayor probabilidad de contagio y un peor pronóstico de supervivencia. Esto se debe a que los efectos del COVID-19 a nivel personal no sólo se ven influidos por la salud del paciente sino también por los factores sociales como la credibilidad de la información científica difundida, el nivel de marginación, el acceso a los servicios de salud y la disponibilidad de los recursos para atenderlos en las distintas regiones donde habitan. En estos momentos, todos buscamos que estas poblaciones no se contagien y que sean atendidas rápidamente en hospitales para evitar que puedan propagar el virus. Pero ¿cuándo termine la pandemia nos seguiremos preocupando por su bienestar?
El salto del coronavirus de los animales a los humanos ha puesto de manifiesto la importancia de la conservación de la vida silvestre y la exposición limitada a la misma. La invasión de los hábitats animales aumenta el riesgo de que los virus muten y nos infecten. Se trata de otra llamada de atención de la naturaleza para su preservación. Todavía estamos a tiempo de revertir muchos de los daños que le estamos ocasionando a la Tierra ¿Estaremos listos para escucharla y actuar en consecuencia, respetando y cuidando a nuestro planeta?
La mayoría hemos reconocido la importancia de la investigación científica y su papel, tanto en la prevención de los contagios como en el desarrollo de las vacunas. Hemos aplaudido el heroico trabajo del personal de salud que ha laborado en condiciones extremas durante tantos y tantos meses. Hemos admirado también a otros héroes anónimos que con entrega han tendido su mano generosa a quienes lo han necesitado. Sin embargo, algunos ponen en tela de juicio la veracidad de la divulgación científica, la efectividad de las medidas de prevención y la inmunidad adquirida a través de la aplicación de las vacunas. Incluso, los más osados increpan o atacan al personal de la salud que tanto se ha expuesto y tanto ha sacrificado para parar el virus y curar a los pacientes. ¿Podremos erradicar la ignorancia y el miedo detrás de esos ataques?
La sana distancia recomendada nos ha hecho añorar y valorar las reuniones con la familia y los amigos, la emoción de la cercanía física con nuestros seres queridos, la ternura de una caricia y la calidez de un abrazo. Nos hemos dado cuenta de que, lo que nos proporciona alegría y hace rebozar nuestro corazón, es aquello a lo que no podemos ponerle precio. Por eso, en este año 2021, parece que nuestra lista de deseos se enfocará más en volver a experimentar estos momentos mágicos, con las personas amadas, que en las posesiones materiales que antes soñábamos. ¿Lograremos reorganizar nuestra jerarquía de valores para priorizar lo esencial sobre lo material y lo trivial?
Las familias que han sufrido hospitalizaciones han sentido en carne propia el pleno de la pandemia. Una enfermedad siempre implica desvelos y preocupaciones, pero en esta ocasión los enfermos han tenido que soportar su dolor, aislados, sin la cercanía ni el consuelo de sus seres queridos. Esto ha provocado un gran sufrimiento tanto en los pacientes como en los familiares, que por motivos de prevención tienen que desprenderse de sus enfermos al ingresar a los centros de salud. La imposibilidad de estar cerca, para aminorar con su cariño y sus cuidados el dolor de sus allegados, los ha llevado a experimentar un gran desconsuelo. La incertidumbre acerca de la probabilidad de volver a verlos con vida, se ha convertido en una verdadera tortura, causado niveles de ansiedad muy profundos. El personal de salud ha buscado facilitar la comunicación a través de medios electrónicos para aminorar la angustia de todos. Sin embargo el desbordamiento de la ocupación hospitalaria ha rebasado en muchas ocasiones sus posibilidades de ayuda. ¿Habremos aprendido la importancia de cuidar nuestra salud para no estar más propensos a sufrir enfermedades graves que pongan en riesgo nuestra vida? ¿Consolidaremos la humanización del trato hospitalario?
Quienes realmente han vivido una pesadilla, son aquellos a los que la pandemia les ha arrebatado a un ser querido. La muerte es la mayor pérdida, de ahí no hay retorno. Por eso nos sentimos huecos cuando alguien a quien amamos muere. Ya no hay posibilidad de volver a estar físicamente con esa persona que tanto significó para nosotros y eso produce una gran variedad de sentimientos sobrecogedores. Las circunstancias en las que se producen las muertes por COVID hacen que nuestro sufrimiento se incremente pues sentimos impotencia y vulnerabilidad. La fragilidad de la vida se hace patente con toda su aplastante realidad y las restricciones sanitarias hacen que no podamos estar acompañados por nuestra red de apoyo cuando más la necesitamos. Los ritos fúnebres diseñados para ayudarnos a procesar la muerte han sido acotados y limitados, incrementando la sensación de aislamiento y soledad. Pero, ante la imposibilidad de mostrar nuestro cariño presencialmente, nos hemos puesto creativos utilizando la tecnología, logrando acompañarlos y hacerlos sentirse abrazados incluso a la distancia. ¿Habremos aquilatado la fragilidad de la vida para vivirla plenamente? ¿Reconoceremos la importancia de mantener la solidaridad entre nosotros?
Este nuevo año llega con un halo de esperanza a través de las vacunas y su papel decisivo para terminar con la pandemia. Sin embargo, es fundamental no olvidar lo aprendido durante estos largos meses del 2020 para lograrlo. La aplicación de las vacunas será escalonada y tomará mucho tiempo inmunizar a todos, por lo que su existencia no garantiza el fin de la pandemia ipso facto. Necesitamos hacer acopio de disciplina y paciencia si queremos lograr aplacar este virus. Mantengámonos alerta y sigámonos cuidando, por ti, por mí, por el otro. Demostremos lo que hemos aprendido.